El texto de la inscripción está grabado sobre una piedra de caliza blanca; se encuentra enmarcado por una moldura lisa, en cuyo interior se distribuyen siete renglones, con un promedio de altura de 4,5 cm cada uno, separados por una línea incisa limpia.
Ex multis temporibus distructa(m) / Adefonsus confessus in melius ea(m) / iussit renovari atque resu[rge]- / ri et pro tali labore sit illi Dns / adiutore(m) et protectore(m) ut ante / D(eu)m (h)aveat pro tali facto do/na remuneracionem”.
Destruida [esta iglesia] con sus muchos años, el piadoso Alfonso mandó renovarla con mejoras y elevarla. Que él tenga por tal obra al Señor como auxiliar y protector, para que pueda darle recompensa ante Dios por tal trabajo..
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Destruida [esta iglesia] con sus muchos años, el piadoso Alfonso mandó renovarla con mejoras y elevarla. Que él tenga por tal obra al Señor como auxiliar y protector, para que pueda darle recompensa ante Dios por tal trabajo.
La lápida se encuentra ubicada en el lienzo sur, en el sector de la pared exterior del presbiterio, a la izquierda de la placa que tiene tallada la Cruz de la Victoria según es observada por el espectador.
Como ya hemos indicado, el templo fue reconocido en un primer momento, principalmente por Gaspar Melchor de Jovellanos, quien en la redacción de su diario con fecha 25 de julio de 1792 escribe:
Don José de Salas me presentó dos inscripciones que se hallan en la iglesia parroquial de aquella villa, y aunque creo tener ya copias en Madrid, las repetiré aquí, por si se extraviasen. Dicen así: «[…] 2ª Ex multis temporibus destructa.-Adefonsus confessus inmelius eam-jussit renovari atque restauri et pro tali laborem sit illi Deumadjutorem et protectorem ut ante dominum abeat pro tali facto dig-nam remunerationem».
No obstante, en la fecha posterior del 3 de octubre de 1796 efectuará una copia directa de la lápida: «[…] item otra, que conserva la memoria de la fundación, casi del mismo tamaño [en referencia a otra que ha copiado en el interior de la iglesia], que está embedida [sic] en la pared, a la parte de fuera de la capilla mayor, junto a uno de los estribos.
Por su parte, González Tuñón, en su artículo de El Faro Asturiano (número 869, de fecha 6 de noviembre de 1861), escribe:
[…] a cada costado existen dos inscripciones, que apenas pude leer, tanto por el corto espacio que estuve allí, que no pasó de hora y media, como por el mal estado de las lápidas, y tener que hacerlo puesto sobre una alta escalera de mano y que limpiar las letras y aun lavar las inscripciones á causa de que estaban llenas de cal, que habían depositado sobre ellas las aguas que descendían por la pared. Unase á esto el tener que ir dictando á uno que estaba abajo las letras ó palabras, y no se extrañaran las faltas en que pude incurrir, no contando con tiempo ni con elementos, y si sólo con la fina cooperación de los apreciabilísimos jóvenes de la misma villa don Antonio González Salas y su hermano, á quienes estoy agradecido por los favores que me dispensaron en esta ocasión.
Transcribe a continuación las inscripciones de dos lápidas, si bien contienen bastantes errores de interpretación. Errores que serán corregidos posteriormente por Ciriaco Miguel Vigil, como veremos.
González Tuñón apunta al final de su artículo:
[…] ignoro si antes que yo hubiese alguno tratado acerca de estas lápidas, pues aunque se me aseguró que habían sido examinadas por los señores Jovellanos y después el conde de Canalejas, nada se ha publicado; yo espero se me perdonarán los errores en que haya podido incurrir al copiar las inscripciones, pues ya he dicho lo que pasó en el asunto. Mucho desearía que otro con más tiempo y proporción pudiese llenar las lagunas que yo dejo en ellas é interpretarlas completamente, pues esto contribuiría á que fuesen conocidas nuestras preciosidades arqueológicas que, como asturiano amante del país, deseo salgan del olvido.
En junio de 1864, Ciriaco Miguel Vigil reconoce la iglesia y realiza una transcripción de la lápida, la cual, relata,
[…] está adosada en el exterior del lienzo de la epístola, y alude a la restauración de la iglesia de San Martín, destruida mucho tiempo antes, debida á la piedad de un Alfonso confeso. Dice:
ex multis temporibus distruc(t)a
adefonsus confessus in melius eam
iuss(i)t renovari atque pes…..
ri et pro tali laborem sit illi di….
adiutorem et protectorem ut ante
deum aveat pro tali facto do-
na remuneracionem.
Como observamos, recoge casi fielmente la lectura epigráfica de la lápida.
Respecto al nombre de Alfonso recogido en la lápida, constituye el resultado vernáculo de la confluencia de varios temas onomásticos con un origen gótico conforme a todo un conjunto de variantes recogidas por la tradición gráfica medieval. Su origen parte del antropónimo Adefonsus, que tiene en Asturias una larga tradición, la cual se inicia con los tres reyes asturianos que llevan este nombre: Alfonso I (739-757), Alfonso II (791-842) y Alfonso III (866-910). Es destacable el uso tan extendido que tiene el término Adefonso en Asturias, y el escaso uso que se constata en tierras castellanas. Esta circunstancia mueve a pensar en ciertos vínculos de la figura del rey Alfonso II con leyendas piadosas locales, «seguramente bien difundidas popularmente en la época, lo cual explicaría su uso profuso en el país y no en otros lugares del reino castellano-leonés».[1]
Bibliografía
JOVELLANOS, Diario 4º: 25 de Julio de 1792.
GONZÁLEZ TUÑÓN, El Faro de Asturias, 6 de Noviembre 1861; 30 de Agosto de 1863.Vigil: pp.505, Lám. Eb V, Nº Eb 12.
HÜBNER: I.H.C. Suppl., nº494, pp.119. Fermín Canella:
ASTURIAS, T.III. pp.437.
PEDRO FLORIANO, GEA. T.XII, pp.310.
DIEGO SANTOS: I.M.A. nº158, pp.162-163.
GARCÍA DE CASTRO: nº44, pp.96-97.
ARIAS PÁRAMO: Prerrománico de S. Martín de Salas, pp. 27.
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[1] Julio Viejo Fernández. La onomástica asturiana bajomedieval. Tübingen, 1998. pp. 280 y ss.
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