Historia de San Martín

La iglesia de San Martín se encuentra ubicada a un kilómetro de la villa de Salas, en un lugar próximo al río Nonaya. Cumpliría las funciones de parroquia hasta que en el mes de julio del año 1896 se acuerda trasladar la parroquialidad a la colegiata de Santa María la Mayor de Salas, celebrándose desde entonces culto en la iglesia de San Martín solamente el día de Difuntos.[1] El 3 de junio del año 1931 es declarada por real decreto monumento nacional de interés histórico-artístico. Como consecuencia de las sucesivas transformaciones constructivas experimentadas a lo largo del tiempo, la iglesia conservada hoy es un edificio de 28 metros de longitud por 9 de ancho y 9 de altura. Se encuentra dividida en tres espacios nítidamente diferenciados. El primero de ellos lo configura la nave única con acceso por la puerta occidental, de traza gótica; tiene esta nave un dimensionado de 17 metros de longitud y 9 de ancho, con cubierta de madera a dos aguas. Le sigue de forma inmediata el espacio de planta cuadrada de 9 metros de lado que responde a la zona del presbiterio, con el retablo mayor dedicado a san Martín, de estilo rococó y actualmente en un precario estado de conservación; se cierra este espacio con una restaurada (en 1991) bóveda de crucería de buena factura. El último espacio cumple funciones de sacristía, y tiene un acceso interior por una puerta abierta en el lado de la epístola, contigua al retablo. Al exterior, los paramentos están conformados por mampostería unida por morteros de diversa calidad. Conserva cuatro contrafuertes integrados por buenos sillares, ubicados en coincidencia interna con las esquinas del espacio cuadrangular que configura el presbiterio.

La iglesia de San Martín se encuentra orientada 30 grados al noroeste respecto al eje este-oeste, y fue rehecha en su totalidad hacia finales del siglo xv. El acceso a su nave única se realiza por una puerta abierta en la fachada occidental; la puerta conserva arco ojival con tres arquivoltas lisas, sin decoración, que arrancan de una imposta conformada por decoración escultórica en forma de bolas. La puerta meridional es de factura moderna y la actual espadaña de tres huecos constituye una reforma del siglo xviii ejecutada sobre trazas de la antigua, realizada en el siglo xvii. En la actualidad, se conserva el retablo mayor, si bien existieron con anterioridad otros tres retablos, entre los que se encontraba uno dedicado a san Antonio y otro a Nuestra Señora, situados ambos en el lado del evangelio. En sucesivos procesos reconstructivos se reaprovecharon varios fragmentos decorativos y epigráficos con una cronología fechable en el siglo x, pertenecientes a la iglesia prerrománica que existía en el mismo lugar en que ahora se levanta la actual iglesia, reconstruida en el siglo xv; estas piezas dispersas fueron empotradas de forma aleatoria en los paramentos de la iglesia.

Por su parte, en la fachada meridional se encuentran abiertos dos huecos con unas dimensiones de 70 cm de ancho, aproximadamente, por otros 70 cm de alto. Su apertura fue rematada con la instalación de sendas ventanas ajimezadas procedentes de la iglesia altomedieval del siglo x, espléndidamente decoradas y con una inscripción grabada en el frontón. Ambas conservan un ornamentado alfiz y dos columnillas con capiteles finamente tallados. En la fachada septentrional no se procedería a la apertura de ventanas, si bien se encuentran adosados dos dinteles procedentes del mismo taller que las ventanas ajimezadas del lienzo sur. Igualmente permanecen empotradas en los muros oriental y meridional, una ventana bífora, dos espléndidas lápidas con la representación de una cruz latina, así como cinco lápidas epigráficas repartidas entre el muro occidental y meridional y en el interior de la iglesia.

En el año 1980 las piezas sufren una de las agresiones más fuertes e insólitas que se hayan cometido contra el patrimonio artístico asturiano. A partir de un proyecto de restauración realizado por el arquitecto Eduardo González Mercadé y con presupuesto de la Dirección General del Patrimonio Histórico-Artístico y según el apartado número 6 de la memoria del proyecto elaborado por Mercadé, «Se proyecta la retirada de los restos prerrománicos situados en el exterior de la iglesia y su digna colocación en el interior de la misma, a fin de que queden protegidos de las inclemencias del tiempo».[2] La realidad sería que el día 3 de junio de 1980

[…] las piezas fueron arrancadas sin vigilancia alguna, sin estar presente ninguna persona responsable de la Dirección General o de la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico-Artístico por dos obreros de una empresa de construcción madrileña encargada de las obras de la iglesia, contando como única información con unas fotocopias de las piezas a arrancar. Con olímpica ignorancia sobre cualquier técnica moderna de restauración, se cajearon las piezas con un cortafríos y se embalaron en unos restos de cajas de cartón atados con alambres, pasando a depositarse en una pocilga salense en espera de que una furgoneta las trasladase a Madrid.[3]

La magnitud de los hechos provocó una fuerte conmoción popular, tanto en la propia villa de Salas como en el resto del concejo. Ello contribuyó a que se procediera con gran celeridad a paralizar las obras previstas.[4] De esta forma, por mediación del Ayuntamiento de Salas, la Dirección General del Patrimonio Artístico asturiana, el director del Tabularium Artis Asturienses, Joaquín Manzanares, y la Consejería de Cultura, se paralizaron los trabajos proyectados y se procedió a proteger las piezas depositándolas en un lugar adecuado, que en un primer momento fue la colegiata de Santa María la Mayor, a la espera de poder darles una ubicación definitiva en la que quedasen aseguradas definitivamente tanto su protección como su exposición pública.

Estas piezas engastadas en los muros de la iglesia de San Martín constituyen, en su conjunto, una excelente muestra de la perfección y riqueza decorativa de los talleres asturianos del siglo x. Las espléndidas piezas que iremos estudiando detalladamente corroboran cómo la etapa final del llamado arte asturiano se encuentra abierta a nuevas influencias, sin perder por ello sus tradiciones y tendencias artísticas innovadoras.

Serán muchas las deducciones que iremos extrayendo del estudio de las lápidas epigráficas, al igual que de las piezas ricamente ornamentadas, conservadas en los paramentos de la iglesia. Inicialmente, la primitiva iglesia de estilo asturiano fue construida en una fecha indeterminada entre los siglos viii y ix, y experimentaría un progresivo deterioro, procediéndose a su reconstrucción en la fecha del 12 de octubre del 951, merced a la mediación de un presbítero que dice llamarse Adefonsus confessus, según consta en el texto de la lápida adosada a la fachada meridional:

Ex multis temporibus destructa(m) / Adefonsus confessus in melius ea(m) / iussit renovari atque resu[rge]- / ri et pro tali labore sit illi Dns / adiutore(m) et protectore(m) ut ante / D(eu)m (h)aveat pro tali facto do/na remuneracionem.

En esta lápida no se indica la fecha de reconstrucción, siendo mencionada en la lápida contigua, situada en el mismo lienzo:

In (h)oc altare sunt reliqui(a)e recon/dit(a)e Sci. Salvatoris Sce. Mari(a)e / Sci Martini ep(iscop)i Sci. Iohannis B(a)b(tista)e / Sci Andr(ea)e Sci T(h)irsi Sci. Felicis / Sci. Romani Sce Eolali(a)e Sci. Pelagi. / Restauratu(m) est te(m)plu(m) (h)oc ab Ade/fonso confesso die iiii Id(u)s / Oc(to)b(ri)s in era dcccclxxxviiiia [12 de octubre del 951].

Una tercera lápida recoge la fecha de la muerte y sepultura de Adefonsus confessus, en el 969, dieciocho años después de su reedificación:

_ Depreco vos servi Dei / qui ad hunc sepulcru(m)

intraveri/tis pro me Adefonso orare non pi/geatis si regnum

xpi / sine fine possideatis / _ hic requiescit famul(us) D(e)i

Adefon/sus confes(sus) qui obiit die iii f(eri)a, / vi Kls.

A(u)gu(s)tas in era mviia [miércoles 27 de julio del 969].

La iglesia está dedicada a san Martín, obispo de Tours, precisamente uno de los primeros confesores que recibieron culto, junto con el papa san Silvestre. San Martín había nacido en Panonia (Hungría) y fue consagrado obispo en Tours el 4 de julio del año 370; murió el 8 de noviembre del 397. Su figura de gran taumaturgo es conocida fundamentalmente por la Vita sancti Martini, obra original de Sulpicio Severo, completada por tres cartas sobre su muerte y por tres diálogos sobre las maravillas que el taumaturgo había realizado. Esta Vita sancti Martini fue puesta en verso en el año 470 por Paulino de Perigeaux y, poco después, por Venancio Fortunato. De esta forma, su vida y su obra llegarían a toda Europa, convirtiéndolo en el santo más conocido y popular, cuyos milagros y vivencias recogieron las leyendas y la lírica de la Edad Media, constituyendo, así, un arquetipo de la literatura hagiográfica altomedieval. A su popularidad contribuyeron también los cuatro libros que sobre su vida publicaría su sucesor, Gregorio de Tours (540-594). En la Hispania goda fue objeto de gran veneración merced a su influencia en la conversión del pueblo suevo. Una muestra de esta influencia se manifestará en las numerosas iglesias del solar del reino asturiano que llevarán la advocación de san Martín a partir de mediados del siglo ix.[5]

La advocación de san Martín en Asturias adquirió, durante la Alta Edad Media, una estimable frecuencia. Según Francisco Javier Fernández Conde,[6] las advocaciones más repetidas en la Asturias altomedieval, y que figuran, asimismo, en la liturgia no hispana, presenta la secuencia siguiente:

San Juan Bautista o Evangelista: 14

San Pedro: 8

San Martín: 8

Jesucristo: 8 (4: Santa Cruz; 4: San Salvador)

San Miguel: 6

Santiago: 6

Santa Eulalia: 4

San Pelayo: 3

En el reino asturiano, la advocación de san Martín se inicia prácticamente a partir de la segunda mitad del siglo ix. Posteriormente, con el auge de las peregrinaciones jacobeas, las iglesias con advocación al santo de Tours adquirirán un mayor auge.

La iglesia de San Martín es mencionada por primera vez en un documento del 26 de junio del 896 por el cual don Gonzalo, arcediano de la iglesia de Oviedo, hijo de Alfonso III y la reina Jimena, hace donación a la Iglesia ovetense de diversas villas e iglesias en Asturias (San Martín de Cornellana, Santa María de Boines, San Pedro de Vigaña, el monasterio de Santa María del Moral…). El documento ha llegado a nuestros días en una copia del siglo xii, realizada por el scriptorium del obispo Pelayo y conservada en el Liber testamentorum (f. 23v.-24r.) y en la Confirmación de Felipe V (f. 77r.-v.). Posteriormente, y con el rango de monasterio de religiosos, sería donado a la iglesia de San Salvador de Oviedo por la reina Velasquita, primera esposa de Bermudo II, el 29 de agosto del 1006, documento incluido igualmente en el Liber testamentorum de la catedral de Oviedo (f. 51r.), así como en la Confirmación de Felipe V (f. 150r.).

El fragmento de la donación realizada por don Gonzalo en el 896 en el que se menciona de forma expresa la iglesia de San Martín es expuesto en los siguientes términos:

(C) In nomine Patris et Filii uidelicet et Spiritus Sancti cuius regnum permanet in secula seculorum amen. Ego Gundisaluus, Ouetensis ecclesie archidiaconus, filius Adefonsi regis et Xemene regine, facio cartulam testamenti suprafate Ouetensi ecclesie de quatuor ecclesiis cum suis uillis in quibus site sunt tribus ex his uidelicet in Asturiis.

In territorio Corneliana unam que dicitur Sancti Martini cum omnibus bonis et adiacentiis suis per suos terminos et locos antiquos: a parte orientis per flumen Narceiam, a parte aquilonis et occasu per uiam que uenit de Uarzena et intrat in strata publica que uenit de Luerzes et uadit ad Salas et pertransiit flumen Nonagiam ad meridie usque / [f. 23v.] ad parietes de Corneliana et ab illo loco ipsum flumen de Annonagia ex utraque parte integrum quousque intrat in Narceia, cum exitibus per omnes partes, aquis aquarum cum eductibus earum et sexigas molinarias integras et filios ecclesie de Uarzena et de Corneliana ab omni integritate.

Versión castellana:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, cuyo Reino permanece por los siglos de los siglos. Amén. Yo, Gonzalo, archidiácono de la iglesia de Oviedo, hijo de Alfonso [III] rey y Jimena, reina, hago carta de testamento a dicha iglesia de Oviedo de cuatro iglesias con sus villas, tres de las cuales están situadas en Asturias, en el territorio de Cornellana. Una de ellas, llamada San Martín, con todos sus bienes y pertenencias, por sus términos y lugares antiguos: por el este limita con el río Narcea, por el norte y por el oeste con el camino o vía que viene de Bárcena y enlaza con la vía pública que viene de Luerces y va a Salas y cruza el río Narcea por el sur hasta las paredes de Cornellana; y desde aquel lugar limita con el río Nonaya por ambas partes hasta que desemboca en el Narcea. La concedo con sus salidas por todas las partes, con sus aguas y sus presas e instalaciones de molinos íntegras y con los siervos de la iglesia de Bárcena y de Cornellana íntegramente.

El que realiza esta donación es Gonzalo, hijo del rey Magno. Su realidad histórica no es cuestionable, pero es problemática su condición de archidiácono. Según Fernández Conde,

[…] solamente le dan título eclesiástico los documentos ovetenses que dependen de la oficina pelagiana. En otros, tanto anteriores como posteriores a esta donación, aparece el nombre de Gonzalo sin ninguna cualificación especial o con el título de diácono. Además, teniendo en cuenta que la figura del archidiácono está ausente del gobierno y organización de la Iglesia ovetense hasta finales del siglo xi, nos inclinamos a juzgar la condición arcedianal de D. Gonzalo como una invención de nuestro obispo Pelayo, muy coherente, por otra parte, con la preeminencia de los arcedianos durante su episcopado y su buena predisposición hacia los mismos.[7]

Hemos de indicar que la donación incurre en ciertos conceptos proclives a ser interpretados de forma tergiversada. Como ya ha sido advertido por Antonio C. Floriano,[8] resulta en verdad extraño que la iglesia de San Martín fuera donada en el 896 a San Salvador de Oviedo y aparezca como monasterio propio de la reina Velasquita, mujer de Bermudo II, en el 1006, siendo igualmente objeto de donación a favor de la sede ovetense.

Se puede deducir, si bien valorando los hechos con la necesaria ponderación, que la primitiva iglesia de San Martín fuera una fundación de Alfonso III[9] construida, quizá, sobre otra iglesia más antigua, siendo con posterioridad su hijo don Gonzalo quien la donase a la iglesia de San Salvador de Oviedo. Nada parece oponerse a esta posibilidad. A semejante deducción llega igualmente Francisco Javier Fernández Conde: «San Martín de Salas, cuyos límites patrimoniales se fijan (en la donación del 896 arriba transcrita), podía existir en este año (896), ya que una lápida de su restauración del año 951 nos dice que dicha iglesia había sido destruida hacía muchos años».[10]

La donación realizada por la reina Velasquita es la siguiente:

(C) Ego Uelasquita regina fatio hoc testamentum Ouetensi ecclesie Sancti Saluatoris et domno Pontio eiusdem sedis archiepiscopo pro remedio anime […]. In Salas etiam damus monasterium Sancti Martini per suos terminos: per terminum de Silua Lutosa, et per terminum de Sancta Maria de Sameo, et per pennam de Andaro, et per castrum de Cellorico, et per illas collatas de Cermonio, et per terminum de Uaraua, et adfiget se ubi prius diximus / [f. 51r.] cum deganeis […] et omnibus bonis et adiacentiis suis.

Versión castellana:

Yo, Velasquita, reina, hago este testamento a la iglesia de San Salvador de Oviedo y a Poncio, «arzobispo» de esta iglesia, para remedio de mi alma […]. En Salas damos también el monasterio de San Martín por sus límites: por el límite de Silva Lutosa, de Santa María de Sameo, y por la peña de Andaro y por el castro de Cellorico y por las colladas de Cermoño y por el límite de Barava, llegando así al punto de partida; con sus decanías y todos los bienes y pertenencias. [Dado el 29 de agosto del año 1006.]

En el Testamentum Gundisalvi archidiaconi del 26 de junio del 896, calificado por Fernández Conde como una falsificación pelagiana, ya se incluía la iglesia de San Martín de Salas, la cual podría ser identificada con cierta probabilidad con este monasterio de San Martín. Existen documentos, por otra parte, que entran en contradicción con la donación de este monasterio a la Iglesia de Oviedo en la primera parte del siglo xi,[11] como el documento del año 1020 en el que Alfonso abad dona este monasterio de San Martín a dos particulares, confirmando una escritura anterior, sin que exista la más leve referencia a la posesión de San Salvador.

El documento tiene la fecha de 9 de enero del 1020 y constituye una donación que realiza el abad Alfonso a Carsea Alaurizi y a Adosinda Obequizi del monasterio de San Martín, junto al río Annonaia: «Adefonsus abba ad uobis Carsea Aluarizi et Adosinda Obequizi monasterium quos uocitant Sancti Martini episcopi et confessoris Christi cum alios sanctos qui id cunt nominati, qui est iusta flumen quos dicunt Annonaya».[12]

Volviendo a la donación de la reina Velasquita, no encontramos elementos característicos del esquema diplomático de los falsos reales del Liber testamentorum, aunque contenga algunas huellas del estilo pelagiano: la forma de terminar la descripción de los límites de San Martín de Salas («et adfiget se ubi prius diximus») y la expresión de la pena pecuniaria de la breve fórmula de sanción («centum libras purissimi auri»).[13]

Para Fernández Conde, el Testamentum Velasquitae constituye una falsificación del scriptorium del obispo Pelayo al servicio de los intereses de la Iglesia ovetense, a partir de un documento preexistente, no necesariamente de la reina Velasquita.[14]

La figura de Adefonsus confessus

El nombre de Adefonsus confessus aparece reiteradamente en las inscripciones conservadas de la iglesia de San Martín. Es mencionado en diversas ocasiones: en la lápida sobre la reconstrucción del templo leemos «Adefonsus confessus in melius eam»; también en la lápida en la que se hace mención de las reliquias del altar y la fecha de restauración de 12 de octubre del 951 se nos dice de él: «Restauratum est templum hoc ab Adefonso confesso»; a su vez, en el epitafio de fecha 27 de julio del 969 leemos: «[…] hic requiescit famulus Dei Adefonsus confessus»; asimismo, en dos dinteles de las ventanas empotradas en el lienzo meridional leemos: «[…] da mici Adefonso fiduciam». Respecto a la personalidad de este Adefonsus confessus se han vertido diferentes interpretaciones sobre su identidad, siendo su figura clave en la comprensión de la historia de la iglesia de San Martín.

En un principio, Ciriaco Miguel Vigil se inclinaba a identificarlo como don Alfonso IV el Monje, «cuyo trono abdicara en su hermano Ramiro II en 11 de octubre de 930». [15]. De esta misma opinión es Cotarelo Valledor,[16] así como Elías González Tuñón, quien primero atribuye la edificación a Alfonso II el Casto,[17] para posteriormente atribuírsela a Alfonso IV.[18] Fermín Canella dice desconocer un Alfonso de estirpe regia, por lo que no identifica al Adefonsus de San Martín como de estirpe regia.[19] Francisco Diego Santos considera que el Adefonsus confessus de la iglesia de San Martín de Salas es Alfonso Froilaz, el hijo de Fruela II.[20] César García de Castro[21] sugiere que «el carácter tan diferente de ambas inscripciones hace rechazar la idea de autoría común. Ha de tratarse de dos Adefonsos diferentes».

Manuel Gómez Moreno, por su parte, mantendría la tesis de no considerar la figura de Adefonsus confessus como de estirpe real:

Resulta de ellas que, destruida de mucho tiempo atrás la iglesia, un cierto Adefonso, confesso, o sea penitente, la mandó renovar, mejorándola en dicho año, y allí fue sepultado en 969. Ahora bien, para creer de estirpe real, como se ha supuesto, a este piadoso y culto personaje, monje tal vez, no hay razón alguna: precisamente Adefonso, el primogénito de Froila II, con quien se ha tratado de identificar, edificó otra iglesia en el mismo año 951, y la inscripción alusiva de ello consigna su ascendencia, cosa que falta en las de Salas.[22]

Ciertamente Gómez Moreno no identifica al Adefonsus confessus de la iglesia de San Martín de Salas con el «Adefonso prolis Froilani» que construiría la iglesia de Santa Eulalia del Valle, en Carreño, en el año 951. Además, Gómez Moreno parece hacer referencia a Alfonso IV el Monje, lo cual es ciertamente erróneo, al conocerse la fecha de su muerte en el año 933. No obstante, las circunstancias históricas del reino asturleonés nos mueven a considerar a Adefonsus confessus, reconstructor de la iglesia de San Martín, como de estirpe regia e identificarlo con el Adefonso de Santa Eulalia del Valle.

En principio, la muerte de Alfonso III en el 910 nos marca el final del reino en Asturias. Ello conlleva, además, el reparto del reino entre los hijos de Alfonso III y el traslado de la corte a León. Se abre una etapa para Asturias de pérdida de protagonismo político, a la par que, en estos primeros años y durante la casi totalidad del siglo x, la escasez de fuentes y de una amplia documentación que arroje luz sobre esos decisivos años impide precisar determinados acontecimientos históricos. A este respecto, la Crónica de Sampiro y la Historia silense[23] se nos ofrecen como los principales textos para esclarecer la realidad histórica del siglo x asturiano.

Una vez realizado el reparto del reino de Asturias entre los hijos de Alfonso III (García, Fruela y Ordoño), Fruela, con anterioridad a su efímero reinado en León (en 924-925), mantendría su dominio en Asturias entre el 910 y el 924. Ello se encuentra corroborado por la documentación de Santo Toribio de Liébana. Tres documentos de este archivo mencionan a Fruela como regnante; el primero tiene fecha de 18 de junio del 914: «regnante principe domno Froilani». Un segundo, con fecha 20 de abril del 915, dice: «regnante domno Froilane in Asturias». Finalmente, un tercero, con fecha 20 de mayo del 915, indica: «regnante principe domno Froilani in Toleto», reflejándose al margen la palabra Obeto.[24]

En el 924 se produce la muerte de Fruela y le sucede en el trono leonés su hijo Alfonso Froilaz, entre julio del 925 y febrero del 926, mas no le será posible consolidar su soberanía; los hijos de Ordoño II, Sancho, Alfonso y Ramiro Ordóñez, le despojan del trono y colocan a Alfonso IV el Monje, hermano de Ramiro, como rey (926-931)[25].Pero, éste renuncia al trono y se retirará al monasterio de Sahagún, sucediéndole como nuevo monarca su hermano Ramiro II (931-950). Asturias no es territorio que entre en el reparto, por lo que Alfonso Froilaz encuentra refugio aquí, siendo considerado por los partidarios de su padre como rey hasta el año 931; extendería sus dominios, además, hasta las Asturias de Santillana. En esta fecha del 931 Alfonso Froilaz planea un levantamiento contra Ramiro II, aprovechando la rebelión de Alfonso IV el Monje, hermano de Ramiro, pero fracasaría en su intento. La Historia silense relata en los siguientes términos los acontecimientos:

Qui Ramirus exercitum mouit ad persequendum arabes, Zemoramque ingresso, nuncius illi venit, quia frater <eius>, Adefonsus ex monasterio progressus, Legionis regnum esset iterum adeptus. Hec audiens rex, ira commotus iussit intonare bucinis, uibrare astas; iterum Legionem remeans festinus, obsedit eum die ac nocte usquequo illum cepit, et comprehensum, iubet ergastulo retrudi. Arte quidem facta, omnes magnates Asturiensium nuncios miserunt pro supradicto principe Ramiro. Ille uero Asturias ingressus, cepit omnes filios Froylani: Adefonsum, qui sceptra paterna regere uidebatur, Ordonium et Ramirum secum adduxit; pariterque cum frater suo suprafato Adefonso, qui ergastulo tenebatur, coniunxit et omnes simul in vno die orbare precepit. Regnauerat quidem Adefonsus annos septem et menses septem.[26]

Versión castellana según la Crónica de Sampiro:

[…] y entrando en Zamora le vino emisario, porque su hermano Alfonso, salido del monasterio, habría recibido por segunda vez el reino de León. Oyendo esto el Rey, conmovido de ira, mandó tocar las bocinas, vibrar las lanzas; volviendo veloz a León por segunda vez, lo sitió día y noche hasta que lo cogió, y preso, mandó echarlo en un calabozo. Tramadas arterías ciertamente, todos los magnates asturianos enviaron emisarios a Ramiro en favor del susodicho príncipe. Mas él, entrado en Asturias, cogió a todos los hijos de Fruela: Alfonso, que parecía regir el cetro paterno, Ordoño y Ramiro; los llevó consigo, los juntó con su hermano, el susodicho Alfonso [IV], a quien tenía en un calabozo, y a todos juntos en un día mandó sacar los ojos. Había reinado, ciertamente, Alfonso siete años y siete meses. Año 931.[27]

Con posterioridad serían encerrados en el monasterio de San Julián de Ruiforco, situado en el valle del Torío, cerca de León.[28] El arzobispo don Rodrigo menciona de forma expresa que Alfonso IV sobreviviría solo tres años en prisión. Sin embargo, al final del reinado de Ramiro II, convertido en el más relevante de los monarcas leoneses, este, por motivos no recogidos por las crónicas de la época con suficiente claridad, dejaría en libertad a sus primos rebeldes, a quienes había cegado. Así, Alfonso Froilaz regresaría a Asturias, siendo plausible, pues, que en el 951 «un Alfonso, hijo del príncipe Fruela», reconstruyera una iglesia, la de San Martín, en Salas, y edificara otra, la de Santa Eulalia del Valle, en Carreño, en el mismo año de 951.

Debemos tener presente para considerar de estirpe regia a Adefonsus confessus, reconstructor de la iglesia de San Martín, que la iglesia, ampliada con posterioridad a la categoría de monasterio, se encontraría integrada dentro de las construcciones dependientes de la corte. Se puede atestiguar tal circunstancia si tenemos en cuenta, además, la presencia de dos cruces talladas en piedra, con el alfa y la omega apocalípticas y una inscripción de función claramente apotropaica. Conservan una semejanza iconográfica con las ya conocidas, tanto del reinado de Alfonso III como de sus sucesores. La cruz es de tipo latino, conservándose en una de las placas la clásica fórmula «Hoc signo tuetur pius-hoc signo vincitur inimicus», mientras que en la otra se lee: «Signum salutis pone, Domine, in domo isto ut non permittas introire angelum percutientem». En verdad, estas inscripciones poseen un indudable sello regio en pleno siglo x, por lo que se puede afirmar con gran margen de seguridad que la fundación de la iglesia tiene el patrocinio real y el taller que la reconstruye era evidentemente áulico, siendo su reconstructor regio, pudiendo atribuir su autoría a Adefonso Froilaz, el Adefonsus confessus que reflejan las lápidas conservadas.

A su vez, es perfectamente atribuible al mismo Adefonsus confessus (Alfonso Froilaz, hijo de Fruela II) la edificación de la iglesia de Santa Eulalia del Valle (Carreño).[29] En su inscripción fundacional se atribuye la edificación a Adefonsus, hijo del rey Fruela II: «quod edificavit Adefonsus prolis Froilani Principis», en el año 951. La iglesia era de fundación real, figurando con fecha de 24 de octubre del 912 en una donación de Fruela II a la Iglesia de Oviedo.[30] Asimismo, en la donación testamentaria de Alfonso III de 20 de octubre del 905, figura como Santa Eulalia de Areo, identificada por Francisco Javier Fernández Conde como Santa Eulalia del Valle.[31]

La fecha de construcción de la iglesia del Valle en el año 951 coincide con la fecha de reedificación de la iglesia de San Martín de Salas. La inscripción fundacional de Santa Eulalia del Valle se encuentra situada en la jamba derecha de la puerta principal, y está redactada en los siguientes términos:

_ Ob honorem Sci Petri / et Pauli ap(ostolorum) sunt in/

altare reliqui(a)e recon / dit(a)e Sci. T(h)irsi Sce. Aggate / Sc.

Pellagie (s)ce. Marin(a)e / vir(ginis) hec (sic) templo quod

(a) edif(i) / cavit Adefonsus prolis / Froillani prin(cipis) sub

era / Dcccclxxxviiiia.

En honor de San Pedro y San Pablo apóstoles. En este altar están guardadas reliquias de san Tirso, santa Ágata, santa Pelaya, santa María Virgen, en el templo que edificó Alfonso, hijo del príncipe Fruela, en la era de dcccclxxxviiiia [era 989: 951 d. de C.].

También es preciso resaltar la identidad que se observa entre este Adefonsus y el «Adefonsus xpi servus» que figura en el ara del altar de la iglesia de San Miguel de Quiloño, ara que se encuentra desaparecida desde el año 1936, pero de la que se conserva un dibujo realizado por Ciriaco Miguel Vigil a mediados del siglo pasado.[32] La iglesia de Quiloño fue una construcción monástica de cuño real y sus límites alcanzaban al castillo de Gozón, siendo donado a la iglesia de San Salvador de Oviedo en el año 905 por el rey Alfonso III.

En principio podría establecerse, pues, una relación de identidad entre el Adefonsus confessus de San Martín y el Adefonsus servus de Quiloño.[33] Conviene resaltar que en el ara de la iglesia de Quiloño se encuentra grabada una cruz con el alfa y la omega apocalípticos y la inscripción mencionada de «Adefonsus xpi servus». Es reseñable el hecho de que en la inscripción figure «xpi servus», título del cual solamente conocemos que sea usado por Alfonso II. Concretamente en uno de los pasajes del texto grabado en la Cruz de los Ángeles (808 d. de C.)[34] se autocalifica como «Adefonsus humilis servus», teniendo servus el significado de «esclavo». Representa una forma excepcional de uso por parte de un rey asturiano. Estos se designaron a sí mismos siempre como famuli, cuya traducción es «criado, fórmula utilizada ya en España desde el siglo v y extendida en el siglo vii.

Y es de valorar, en este sentido, cómo en la lápida correspondiente al epitafio de Adefonsus confessus de la iglesia de San Martín de Salas se emplee el término famulus. Así, leemos: «hic requiescit famulus Dei Adefonsus confessus». Alfonso II es posible que emplee el término servus para acentuar su piedad y humildad. La palabra es repetida por el mismo Alfonso II en el Testamentum eclesiae Sancti Salvatoris (Testamentum regis Adefonsi), del año 812:[35] «Adefonsus et per omnia uernulus famulus, immo seruus tuus». Así como en una inscripción recogida por el Liber testamentorum (siglo xii) y que se encontraba originariamente a ambos lados del altar mayor de la iglesia de San Salvador, mandada levantar por el propio Alfonso II: «Huius perfectam fabricam templi exiguus seruus tuus Adefonsus exiguum tibi dedico muneris votum».[36] La fórmula podía haber sido tomada del emperador bizantino Justiniano II (685-695 y 706-711), quien la utilizaría en sus monedas al reflejar en su reverso las palabras Servvs Christi. La misma fórmula servus sería utilizada por los apóstoles Pablo, Santiago, Pedro y Judas en sus cartas del Nuevo Testamento. Asimismo, obispos de diversas regiones de Italia, Francia o África del norte recurrirían al término servus: Cesáreo de Arles, Agustín, el papa Gregorio Magno… Se puede considerar que Alfonso II tomó la fórmula usualmente empleada por los obispos españoles.[37]

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[1]Así lo constata ya Aurelio de Llano, Delegado de Bellas Artes, en una carta dirigida a la Delegación de Bellas Artes de la Provincia de Oviedo con fecha 11 de Marzo de 1932. Cf. Documentación sobre San Martín de Salas (Oviedo). Archivo Central del Ministerio de Cultura, Madrid. C/88.620.

[2] Eduardo González Mercadé: Proyecto de restauración de la iglesia de San Martín de Salas (Oviedo), Junio 1979. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares, Caja nº 1.169. Transf. Regt. Nº 1.040/98.

[3]“Informe de la Consejería de Cultura propuesto a la Permanente del Consejo Regional de Asturias”, 6 de Junio de 1980.

[4] Un relato pormenorizado de los hechos y las circunstancias que rodearon el grave atentando al Patrimonio Artístico de Salas se encuentra en la obra:La Iglesia de San Martín de Salas, Cuadernos de Cultura Popular. Consejería de Cultura, Oviedo 1980.

[5] Consultar especialmente: Caraffa, Filippo y Morelli, Giuseppe. Bibliotheca sanctorum. Roma: Città Nuova, 1990. 12 vol. Asimismo: M.Liverani: “Martín”, BS, VIII, Roma, 1966 (reed. 1996). Asimismo: Francisco Javier Fernández Conde, “Notas sobre la religiosidad de la alta Edad Media asturiana” en Scripta, Estudios en homenaje a Élida García García, Oviedo.1998, pp.149-159.

[6] Francisco Javier Fernández Conde, “Notas sobre la religiosidad de la alta Edad Media asturiana” en Scripta, Estudios en homenaje a Élida García García, Oviedo.1998, pp.154.

[7] F.Javier Fernández Conde. Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo, Roma, 1971, pp.157.

[8] Antonio C. Floriano, Diplomática española del periodo astur (718-910), Oviedo, 1951. T.II. pp. 218.

[9] Cotarelo Valledor, Armando: Historia crítica y documentada de la vida y acciones de Alfonso III el Magno, último rey de Asturias, Madrid, 1933, pp. 237.

[10] F.Javier Fernández Conde. Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo, Roma, 1971. pp.157.

[11] Ibid. pp. 221.

[12] A.C.O., serie B, carp.1, n.15. Santos García Larragueta: Colección de documentos de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1962, pp.146-148.

[13] F.Javier Fernández Conde. Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo, Roma, 1971, pp.219.

[14] Ibid. pp.221.

[15] Ciriaco Miguel Vigil: Asturias monumental, epigráfica y diplomática. Datos para la historia de la provincia. 2 Vol. Oviedo, 1887. (Reed. Oviedo 1987). pp. 507.

[16] Cotarelo Valledor, Armando: Historia crítica y documentada de la vida y acciones de Alfonso III el Magno, último rey de Asturias, Madrid, 1933, pp. 241.

[17] Elias González Tuñón, El Faro Asturiano, 6 de Noviembre de 1861.

[18] Elias González Tuñón, El Faro Asturiano, 7 de Setiembre de 1865. Reproducido tambien en Protasio Gonzáles Solís y Cabal: Memorias Asturianas. Madrid, 1890. pp.186-228..

[19] Cf. La obra ASTURIAS dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella y Secades, Oviedo, 1900. Tomo III, pp.437.

[20] Francisco Diego Santos: Inscripciones medievales de Asturias. Oviedo, 1994. pp.XIX-XX.

[21] Cesar García de Castro, Arqueología Cristiana de la Alta Edad Media en Asturias, Oviedo.1995. pp.133.

[22]Manuel Gómez Moreno: Iglesias Mozárabes. Arte español de los siglos IX a XI. Madrid, 1919. (Reed. Granada, 1975, pp. 88-89).

[23] Manuel Gómez Moreno: Introducción a la Historia Silense con versión castellana de la misma y de la Crónica de Sampiro, Madrid. 1921.Asimismo: Justo Perez de Urbel y Atilano González Ruiz-Zorrilla. Historia Silense [Edición, crítica e introducción]. Madrid, 1959.

[24] Luis Sánchez Belda: Cartulario de Santo Toribio de Liébana, Madrid. 1948. Asimismo: Justiniano Rodriguez, “Fruela II, rey de León”, Archivos Leoneses, 32, pp.241-273. León, 1962.

[25] Cf. Claudio Sanchez-Albornoz, “La sucesión al trono en los reinos de León y Castilla”, en Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas, T II. Madrid, 1983 (3ª edición), pp.1.105-1.172.

[26] Justo Perez de Urbel y Atilano González Ruiz-Zorrilla. Historia Silense [Edición, crítica e introducción]. Madrid, 1959.

[27] Manuel Gómez Moreno: Introducción a la Historia Silense con versión castellana de la misma y de la Crónica de Sampiro, Madrid. 1921. pp.CII-CIII. Consultar asimismo: Fr. Manuel Risco, España Sagrada. Asturias. Madrid, 1799 (Reed. Gijón,1986) Tomo XXXVII. Tratado LXXIII, cap. XXIX, pp. 275-277.

[28] Cf. Justiniano Rodriguez: Ramiro II, rey de León. Madrid, 1972. pp.129 y ss. En cita que recoge de Lucas de Tuy el cual escribe: “Mas el rey Alfonso, ciego, el octavo año desque comenzo a reinar murió y fue enterrado en ese monasterio a buelta con su mujer Ximena y los sobredichos fijos del rey Froilan”.

[29] Alejandro Pérez Alonso, “Inscripción del siglo X en la iglesia de Santa Eulalia del Valle de Carreño”, BIDEA, nº 98. Oviedo, 1979. pp. 681-694. Asimismo: Francisco Diego Santos: Inscripciones medievales de Asturias. Oviedo, 1994. pp.196-197.

[30] A.C.O., serie B, carp.1, n.9 (Siglo XIII); Fol.32v.-35v. F. Javier Fernández Conde. Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo, Roma. 1971. pp.169.

[31] A.C.O., serie B, carp.1, n.6 y 7 (Siglo XIV); Fol.19r.-23r. F. Javier Fernández Conde. Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo, Roma. 1971. pp.159.

[32] Ciriaco Miguel Vigil: Asturias monumental, epigráfica y diplomática. Datos para la historia de la provincia. 2 Vol. Oviedo, 1887. (Reed. Oviedo 1987). pp. 336, Lámina N II.

[33] De la misma opinión participa Francisco Diego Santos: Inscripciones medievales de Asturias. Oviedo, 1994. pp.xx.

[34] Entre la amplia bibliografía sobre el texto de la Cruz de los Ángeles consultar la reciente obra de Carlos Cid Priego: La Cruz de la Victoria y las joyas prerrománicas de la Cámara Santa, Oviedo, 1997. pp.84.

[35] Reproducción facsimilar del documento en la obra de José Cuesta: Crónica del Milenario de la Cámara Santa.MCMXLII. Oviedo, 1947.pp.99 y ss.

[36] Entre las muchas reproducciones del texto de las lápidas consultar F.Javier Fernández Conde: El Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo. Roma, 1971. pp.378-379.

[37] Para F.Diego Santos, Alfonso II no tiene en exclusiva el uso de este título: “el ara de Quiloño puede no deberse ni a Alfonso II ni a Alfonso III ”. Cf.Francisco Diego Santos: Inscripciones medievales de Asturias. Oviedo, 1994. pp.xx. Asimismo consultar: Lorenzo Arias Páramo. Prerrománico Asturiano, Gijón, 1993.pp.127-128. Igualmente: Armando Cotarelo Valledor: Alfonso III el Magno. Madrid, 1933. pp.308. Fundamental para el uso de la fórmula servus la obra de Helmut Schlunk: Las Cruces de Oviedo. El culto de la Vera Cruz en el Reino Asturiano, Oviedo, 1985. pp.21-22.